Fortuna
La densa niebla se retiraba de la colina, una verde colina cuyas lindes se
encontraban repletas de frondosa vegetación.
Sus aproximadamente trescientos hombres esperaban nerviosos, los
dieciséis caballos pateaban ansiosos al igual que el medio centenar de
canes de guerra. Cerca, en la retaguardia aguardaban varios millares de
aliados totonacas, armados con arcos, cerbatanas y con ``maquáhuitl´´, una
especie de espada de madera con filos de obsidiana negra como la noche.
De repente unos extraños tambores comenzaron a redoblar con bastante fuerza,
de la linde del bosque comenzó a surgir el ejército enemigo, una veintena de
millares de guerreros textaltecas, armados como los totonacas pero muy
superiores estratégicamente, el general textalteca seguía la costumbre de su
pueblo de avanzar hacia delante sin pensar en los flancos enemigos ni en las
estrategias conocidas, en cambio, los españoles, ya tenían prevista una
estrategia, mientras los miles de guerreros textalteca hacían retumbar el
suelo a su paso, el general español, desenvainó su estoque, apuntó a una
elevación de la colina y mandó hacia allá a los quince jinetes al galope,
estos se estacionaron allí y esperaron nuevas órdenes, mientras tanto Hernán
Cortés mandó a las dos piezas de artillería fuego a discreción, estas
tronaron rajando el cielo, y cayeron ambos proyectiles en la cerrada
formación indígena causando numerosas bajas y horror. Ya se encontraban
apenas a cien pasos de los españoles cuando comenzaron a correr
enloquecidamente hacia estos, Cortés mandó a los arcabuces la orden de
fuego, una enorme fila de truenos y llamas surgió de las filas españolas
creando una sangría en el frente contrario, inmediatamente después,
soltaron a los perros, estos corrieron furiosamente hacia a los indios,
creando pánico, no conocían a esa especie animal, y creían que eran
inmortales, cuando los canes habían heridos a varias docenas de soldados
estos se percataron de que eran mortales y volvieron a retomar la iniciativa
Cuando apenas quedaban perros, Cortés mandó atacar a los aliados totonacas,
estos guerreros confiados por la supremacía española atacaron sin dudarlo,
pero mientras los dos mil totonacas peleaban contra los textaltecas, los
españoles indiscriminadamente disparaban metralla con las piezas de
artillería sobre la línea de ataque, matando por igual a los diferentes
indígenas, los totonacas no comprendían por qué su aliado los mataba.
Cuando apenas quedaban con vida algunos centenares de totonacas y ya
flaqueaban, Cortés ordenó atacar a los tres centenares de españoles, estos
desenvainaron sus estoques y con gritos de viva España, por Santiago y un
largo etcétera, cargaron con gran ímpetu sobre sus enemigos, a la vez
Hernán mandó el ataque a la caballería, para que cargasen sobre el flanco
derecho enemigo. Los jinetes lanzaron sus monturas al galope mientras estos
desenvainaban sus espadas y se disparaban ladera abajo ensordeciendo a los
soldados con los cascos de las monturas, las cuales sudaban cansadas,
relinchaban con fuerza y con los ojos desencajados por los nervios se
preparaban para cargar. Cuando los caballos llegaron a la línea enemiga, saltaron sobre esta y mientras daban coces a diestro y siniestro sus jinetes
creaban una carnicería con sus armas.
Cortés, tras estar un tiempo quieto a la retaguardia de su ejército, cargó sobre sus enemigos dando gran moral a los suyos.
Tras horas de ardua lucha y tan solo tres españoles heridos levemente y
casi los veinte mil textaltecas muertos, la victoria española estaba
asegurada, los textaltecas se retiraron, su general y su guardia no, sería
una deshonra para él y su familia, moriría en combate, sus diez guardias de
elite perecieron a sus pies dando su vida para salvar la suya, el único
prisionero fue él, Canaútli, Cortés lo pidió vivo, y un soldado español lo
redujo mientras el indio se defendía con gran fuerza, tuvieron que
dispararle a una rodilla, entonces lo ataron y lo llevaron ante Cortes.
Cuando Canaútli se hallaba ante Hernán, junto a él se encontraban Aguilar y
Malintzin, los traductores, estos le hablaron al indígena sobre sus dioses,
Dios, Jesús y una tal Virgen Maria, después tenían un tropel de pequeños dioses llamado santos, a los que los españoles recurrían mucho, Canaútli no podía comprender como decían que eran monoteístas cuando tenían tantos dioses; los españoles le preguntaron si quería ser de su religión y le exigieron que les dijese donde tenían oro, en Textalteca no le concedían ningún valor al oro, ni lo robaban de las arcas y estas siempre se mantenían abiertas, no lo comprendía, los españoles sentían una gran codicia. Comprendió después de que le explicasen para que querían el oro, que por lo visto era para un tal Rey Don Carlos, que llamaban emperador, pero Canaútli no reveló donde tenían sus riquezas, esperando que lo sacrificasen como hacían en su pueblo con los
prisioneros, pero los españoles no llevaban rituales de ese estilo, le explico un indignado Cortés.
Después de un largo interrogatorio, Cortés vio que ya no le valía de nada y
mandó que lo ahorcasen, se llevaron al prisionero a un árbol, le pusieron una soga al cuello y lo elevaron maniatado, Canaútli pateó el aire inútilmente mientras se daba cuenta que los españoles adoraban realmente a la corrupta diosa Fortuna, la corrompedora de almas.
encontraban repletas de frondosa vegetación.
Sus aproximadamente trescientos hombres esperaban nerviosos, los
dieciséis caballos pateaban ansiosos al igual que el medio centenar de
canes de guerra. Cerca, en la retaguardia aguardaban varios millares de
aliados totonacas, armados con arcos, cerbatanas y con ``maquáhuitl´´, una
especie de espada de madera con filos de obsidiana negra como la noche.
De repente unos extraños tambores comenzaron a redoblar con bastante fuerza,
de la linde del bosque comenzó a surgir el ejército enemigo, una veintena de
millares de guerreros textaltecas, armados como los totonacas pero muy
superiores estratégicamente, el general textalteca seguía la costumbre de su
pueblo de avanzar hacia delante sin pensar en los flancos enemigos ni en las
estrategias conocidas, en cambio, los españoles, ya tenían prevista una
estrategia, mientras los miles de guerreros textalteca hacían retumbar el
suelo a su paso, el general español, desenvainó su estoque, apuntó a una
elevación de la colina y mandó hacia allá a los quince jinetes al galope,
estos se estacionaron allí y esperaron nuevas órdenes, mientras tanto Hernán
Cortés mandó a las dos piezas de artillería fuego a discreción, estas
tronaron rajando el cielo, y cayeron ambos proyectiles en la cerrada
formación indígena causando numerosas bajas y horror. Ya se encontraban
apenas a cien pasos de los españoles cuando comenzaron a correr
enloquecidamente hacia estos, Cortés mandó a los arcabuces la orden de
fuego, una enorme fila de truenos y llamas surgió de las filas españolas
creando una sangría en el frente contrario, inmediatamente después,
soltaron a los perros, estos corrieron furiosamente hacia a los indios,
creando pánico, no conocían a esa especie animal, y creían que eran
inmortales, cuando los canes habían heridos a varias docenas de soldados
estos se percataron de que eran mortales y volvieron a retomar la iniciativa
Cuando apenas quedaban perros, Cortés mandó atacar a los aliados totonacas,
estos guerreros confiados por la supremacía española atacaron sin dudarlo,
pero mientras los dos mil totonacas peleaban contra los textaltecas, los
españoles indiscriminadamente disparaban metralla con las piezas de
artillería sobre la línea de ataque, matando por igual a los diferentes
indígenas, los totonacas no comprendían por qué su aliado los mataba.
Cuando apenas quedaban con vida algunos centenares de totonacas y ya
flaqueaban, Cortés ordenó atacar a los tres centenares de españoles, estos
desenvainaron sus estoques y con gritos de viva España, por Santiago y un
largo etcétera, cargaron con gran ímpetu sobre sus enemigos, a la vez
Hernán mandó el ataque a la caballería, para que cargasen sobre el flanco
derecho enemigo. Los jinetes lanzaron sus monturas al galope mientras estos
desenvainaban sus espadas y se disparaban ladera abajo ensordeciendo a los
soldados con los cascos de las monturas, las cuales sudaban cansadas,
relinchaban con fuerza y con los ojos desencajados por los nervios se
preparaban para cargar. Cuando los caballos llegaron a la línea enemiga, saltaron sobre esta y mientras daban coces a diestro y siniestro sus jinetes
creaban una carnicería con sus armas.
Cortés, tras estar un tiempo quieto a la retaguardia de su ejército, cargó sobre sus enemigos dando gran moral a los suyos.
Tras horas de ardua lucha y tan solo tres españoles heridos levemente y
casi los veinte mil textaltecas muertos, la victoria española estaba
asegurada, los textaltecas se retiraron, su general y su guardia no, sería
una deshonra para él y su familia, moriría en combate, sus diez guardias de
elite perecieron a sus pies dando su vida para salvar la suya, el único
prisionero fue él, Canaútli, Cortés lo pidió vivo, y un soldado español lo
redujo mientras el indio se defendía con gran fuerza, tuvieron que
dispararle a una rodilla, entonces lo ataron y lo llevaron ante Cortes.
Cuando Canaútli se hallaba ante Hernán, junto a él se encontraban Aguilar y
Malintzin, los traductores, estos le hablaron al indígena sobre sus dioses,
Dios, Jesús y una tal Virgen Maria, después tenían un tropel de pequeños dioses llamado santos, a los que los españoles recurrían mucho, Canaútli no podía comprender como decían que eran monoteístas cuando tenían tantos dioses; los españoles le preguntaron si quería ser de su religión y le exigieron que les dijese donde tenían oro, en Textalteca no le concedían ningún valor al oro, ni lo robaban de las arcas y estas siempre se mantenían abiertas, no lo comprendía, los españoles sentían una gran codicia. Comprendió después de que le explicasen para que querían el oro, que por lo visto era para un tal Rey Don Carlos, que llamaban emperador, pero Canaútli no reveló donde tenían sus riquezas, esperando que lo sacrificasen como hacían en su pueblo con los
prisioneros, pero los españoles no llevaban rituales de ese estilo, le explico un indignado Cortés.
Después de un largo interrogatorio, Cortés vio que ya no le valía de nada y
mandó que lo ahorcasen, se llevaron al prisionero a un árbol, le pusieron una soga al cuello y lo elevaron maniatado, Canaútli pateó el aire inútilmente mientras se daba cuenta que los españoles adoraban realmente a la corrupta diosa Fortuna, la corrompedora de almas.
6 comentarios
Bernal -
un abrazo y gracias por leer el texto.
MalSapo -
Bernal -
Si joseme, la humanidad sucumbe por ideologias radicales , si no hubiesemos sido asi en la conquista de mexico hubiesemos sabido mucho más cosas sobre algunas ciencias.
Nofret es un placer que leas mis textos, me alegro mucho que te gustara, para mi a sido un placer vuestras lecturas y opiniones.
Abrazos
NOFRET -
Besos!
joseme -
Pero nunca pasarán de largo, mientras exista su recuerdo en la libertad...
Venga un abrazo!!! Lo único que nos queda ante tanto horror y asesinato en nombre de la religión, fe, ideologías o como quieran llamarle a esta humadidad.
"Cuando el enemigo sea la guerra, yo me apuntaré a esa batalla"
Hazz -
Besillos